Un importante corolario de la teoría de la evolución es que todos los organismos existentes provienen de un ancestro común. La investigación en el campo del Origen de la Vida pretende definir los procesos que condujeron a la emergencia de sistemas primitivos que eventualmente tuvieron como consecuencia a este último ancestro.
A principios del siglo pasado, Oparin y Haldane (de manera independiente) no solamente contextualizaron en el escenario de la tierra primitiva la ocurrencia de la “generación espontánea”, sino que también encarnaron las dos tendencias principales - la tradición bioquímica y la tradición genética - respecto del carácter esencial de los sistemas biológicos: el metabolismo o la reproducción.
Desde el connotado experimento de Miller, la idea de la producción de compuestos orgánicos en el escenario de la atmósfera primitiva sugirió fuertemente la posibilidad de un comienzo heterotrófico del metabolismo. Sin embargo, hacia fines del siglo XX, Wächtershäuser, propuso explícitamente un origen autotrófico. En su hipótesis, el escenario del origen son los sistemas hidrotermales, donde ocurrirían reacciones bioquímicas catalizadas por metales de transición. En una serie de publicaciones, se demuestra que ciertas transformaciones químicas propias del metabolismo central ocurren en ausencia de enzimas, particularmente la “fijación de carbono”. Al prescindir de catalizadores protéicos para el establecimiento del metabolismo primitivo, esta propuesta desplaza el dilema de ¿cómo emergieron los ácidos nucléicos sin las proteínas, o alternativamente, cómo surgieron las proteínas sin los ácidos nucléicos? hacia etapas más avanzadas de la evolución de la célula, no siendo relevante para el origen mismo.