Las discusiones sobre asuntos morales en sociedades modernas (es decir, democráticas, pluralistas y laicas) se vuelven cada vez más difíciles. Las fuentes tradicionales de consenso en estas materias ya no convencen a todos los ciudadanos. No se puede apelar sin más a la religión o a la costumbre para exigir, en términos morales, determinados comportamientos. Por una parte, las costumbres mismas dan lugar a discusiones y, por lo tanto, no pueden zanjarlas; por otra, la comunidad de los que tienen que entenderse entre sí sobre el comportamiento moralmente exigible es más grande que cualquier comunidad de creyentes, lo que limita el alcance de las razones religiosas. En estas condiciones, ¿a qué pueden recurrir los ciudadanos para restablecer el consenso moral y extenderlo lo más posible? Si se descarta la presión arbitraria en cualquiera de sus formas, no queda más alternativa que la débil fuerza de la reflexión, la búsqueda de razones capaces de interpelar a cualquiera con independencia de sus adhesiones personales. El florecimiento de la filosofía moral en Europa y en los países anglosajones es una clara muestra de esta situación. Desde hace por lo menos doscientos años, los fenómenos morales son objeto de intensos debates en los que se han ido definiendo posiciones y refinando argumentos. Descontando eventuales regresiones autoritarias, cabe esperar que en nuestro país haya un desarrollo similar y que el mejoramiento de la calidad de la democracia  traiga consigo una ampliación y profundización de los debates académicos y públicos sobre cuestiones morales. El Magíster en ética y bioética pretende acoger el debate entre las posiciones predominantes de la filosofía moral actual y fomentar la búsqueda de consensos, prestando especial atención a la cultura moral chilena y a los problemas acuciantes de la bioética.